Método Pomodoro
El Método Pomodoro es un método para la administración del tiempo desarrollado por Francisco Cirillo a fines de los años 1980. La técnica usa un reloj para dividir el tiempo dedicado a un trabajo en intervalos de 25 minutos -llamados “pomodoros”- separados por pausas. Relacionado con conceptos como timeboxing y desarrollo iterativo e incremento, usados en el desarrollo de software, el método ha sido adoptado en contextos de desarrollo ágil y Programación en pareja (pair programming) además de otros contextos de trabajo.
El método se basa en la idea de que las pausas frecuentes pueden mejorar la agilidad mental, y trata de ofrecer una respuesta eficaz frente al tiempo, en lugar del estado de ansiedad que suele provocar el “devenir” del tiempo, del que se habla en los escritos de Henri Bergson y Eugene Minkowski.*
Para aplicar correctamente esta técnica, debemos:
- Respetar los intervalos de 25 minutos, sin realizar otra tarea que sea la que nos hemos marcado. No podemos interrumpir el pomodoro para atender el teléfono y levantarnos a servirnos un café.
- Al terminar el pomodoro, también es imprescindible que respetemos los cinco minutos de descanso en… descansar.
- Utiliza un cronómetro que marque exactamente los 25 minutos (de ahí lo del reloj de cocina).
- Cada cuatro pomodoros, debes tomarte un descanso de diez minutos.
Mi (escasa) experiencia
Quizá no viva en este mundo, pero la primera vez que oí hablar de la técnica pomodoro fue hace un par de semanas en Literalis. Me pareció curiosa y decidí probarla, aunque reduje mis “pomodoros” a veinte minutos. No puedo dar resultados de aquel experimento porque no los registré, pero sí puedo decir que, cada vez que probé, me mantenía sentada frente al ordenador, tecleando a buen ritmo, durante esos veinte minutos.
Luego, hace un par de días, Víktor Valles comentó una de mis publicaciones en Facebook en la que se hablaba sobre Malos hábitos productivos. En su comentario, hizo referencia a un artículo, Cómo sujetar el tiempo, publicado por un amigo suyo sobre el aprovechamiento del tiempo y me pasó el enlace. Ésa fue la segunda vez que oí hablar del Método Pomodoro y en esta ocasión decidí hacer un pequeño experimento…
Tomé para ello el texto en el que estamos trabajando Jaume, de Excentrya, y yo: una historia detectivesca situada en los años 30, en Washington, y me dispuse a escribir el capítulo que me tocaba para esta semana. En un primer pomodoro, mi experimento arrojó un resultado de 894 palabras en 20 minutos (que es mi adaptación del pomodoro de 25). Es cierto que el segundo pomodoro no tuvo lugar inmediatamente después, porque tenía que marcharme y no sé si ello afectará de algún modo al resultado global, pero el resultado parcial de ese segundo pomodoro de 20 minutos fue de 795 palabras. Es decir, 1689 palabras en 40 minutos, que conforman un capítulo con dos escenas.
Hay que señalar que antes de comenzar a escribir el capítulo tenía muy claro en qué consistía, pues Jaume y yo planificamos el trabajo semanal con precisión. Un día voy a hacer la misma prueba con una historia de ciencia ficción en la que estoy trabajando, pero un poco al buen tuntún, porque no la tengo planificada. Veré entonces si la productividad de palabras se mantiene o baja.
Por cierto, y añado esta frase cuando ya he terminado la entrada: escribir esta anotación, incluyendo la búsqueda de las fotografías y parte de la información que aún no había investigado, repasarla, publicarla y promocionarla en las redes sociales me ha llevado 4 pomodoros de 20 minutos, es decir, una hora y veinte. Y el número de palabras es de 967. ¿Cómo lo veis?
Los pros del Método Pomodoro
Según he leído por ahí, mientras investigaba para esta entrada, el Método Pomodoro ofrece una serie de ventajas, como:
- Cada pomodoro se convierte en un intervalo de tiempo muy productivo, ya que es relativamente fácil mantenerse concentrado durante 25 minutos.
- El método es fácil de aplicar a muy diversas tareas.
- Los descansos permiten a la mente unos minutos para reorganizarse y poder hacer frente con eficacia a la siguiente tarea que aguarda en nuestra agenda.
- Al finalizar la jornada de trabajo, habremos acumulado un número determinado de pomodoros que sumarán una cantidad X de tiempo realmente trabajado, sin interrupciones que distorsionen la contabilidad temporal y de máxima concentración, esto es, de máxima productividad.
Los contra del Método Pomodoro
Al igual que hay defensores de esta técnica, también hay detractores. Los argumentos que defienden éstos son, entre otros, que:
- Por otra parte, diferentes estudios han demostrado que, una vez iniciada una tarea, nos cuesta alrededor de 20 minutos alcanzar el punto de máxima concentración (¡Cuidado con los “pomodoros”).
Jerónimo Sánchez, autor de esta opinión, no cree que utilizar el Método Pomodoro sea una mala herramienta cuando el objetivo que deseamos es terminar con la procrastinación. Sin embargo, advierte, utilizar pomodoros en torno a los cuales organizar nuestro tiempo de trabajo puede llegar a convertirse, precisamente, en lo que no deseamos: un método improductivo: puesto que cada 25 minutos interrumpimos la concentración que luego, pasados esos 5 minutos de descanso, debemos volver a retomar.
También en El canasto, nos hablan de este método y no para bien: La Técnica Pomodoro no funciona. En esta anotación, Jeroen Sanders defiende la idea de que
- Salvo excepciones, esta técnica no funciona porque las tareas nunca ocupan 25 minutos exactos: mientras unas son cortas y se realizan en unos pocos minutos; otras son largas y requieren mucho más tiempo que, para el autor, no soluciona dividirlo en periodos de 25 minutos.
- Y, por otra parte, el Método Pomodoro no tiene en cuenta el momento del día en que nos encontramos: por las mañanas solemos ser más eficientes que por las tardes.
¿A ti qué te parece? ¿Has utlizado este método alguna vez? ¿Te ha sido de ayuda o no? Cuéntanos tu experiencia.
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*Fuente: Wikipedia.
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Hola, Ana. En primer lugar decirte que me ha parecido muy interesante tu post de hoy. Ahora hablaré desde mi experiencia como autor. Considero que cada autor es un mundo. Los hay que dedican una serie de horas concretas al día para escribir, una especie de horario de oficina, obligándose a ello aunque no tengan nada en la mente ni ganas para hacerlo. Hubo un tiempo en que yo mismo me autoimponía un horario. Pero dejé de hacerlo en el momento que entendí que el oficio de escritor no es ni remotamente parecido al de un oficinista. Uno escribe las 24 horas del día, esté o no delante del ordenador o tenga o no tenga a mano papel y lápiz. Por mi experiencia puedo decirte que nunca sabes cuándo ni dónde te va a venir la siguiente idea. ¡Cuántas veces me habré visto en mitad de la calle repitiendo mentalmente una idea hasta llegar a casa para sentarme a escribirla! Y aunque a veces resulte algo frustrante el no poder controlar a tu inspiración, esa misma incontrolabilidad la convierte en algo excitante. En resumen, me temo que en mi caso estoy más de parte de los contra que de los pros. Aunque eso depende del autor en cuestión. Un placer leerte. Ah, y gracias por pasarte por mi blog, por comentar en él y por compartirlo. Te lo agradezco. Nos leemos. Un saludo.
Hola Pedro.
A mí me pasa como a ti. He probado este método tal y como cuento en la entrada, pero de mi experimento no puedo inferir realmente nada, porque no ha sido suficiente. Quizá, para saciar mi curiosidad, continúe probándolo unos días más y estudiando los resultados.
Pero, como te decía,estoy de acuerdo contigo: el escritor está todo el día trabajando, porque, para el escritor, trabajar no es sólo teclear un texto. Una parte de la tarea de escritura, de hecho, es sólo mental: cuando estás planificando una historia, no escribes, piensas, esquematizas, desechas ideas o las aceptas; y, en esos momentos, creo que al reloj que me marcara mis 5 minutos de descanso lo tiraría al suelo y lo pisotería 😉
Gracias por tu comentario, Pedro, y por pasarte por aquí. Si alguien me lee, le recomiendo que vaya a visitar el blog de este escritor. Os aseguro que merece la pena.
Un saludo y, sí: nos leemos 🙂
Es la primera vez que oigo hablar de este método. Me parece interesante, aunque, no me convence lo de parar cada 25 minutos, yo soy de distracción fácil y como pare 5 minutos me va a costar volver a retomar el trabajo. De todas formas, hay que probar.
Hace un tiempo escribí esto: http://www.excentrya.es/consejos-para-escribir-no-dejes-para-manana-el-metodo-seinfield/ No es un método como el tuyo, para organizarte el tiempo cada día, es un método para evitar la procastinación, de todos los que he probado es el que mejor me funciona, me marco unas pautas de trabajo semanal y tacho según lo cumplido.
Un saludo, Ana. Nos vamos leyendo 😉
A mí tampoco me gusta lo del descanso cada 25 minutos. Puede que psicológiamente sea muy efectivo y recargue el cerebro. No digo que no porque no tengo ni idea al respecto, pero sí que me molestaría mucho verme interrumpida en un momento de concentración máxima sólo porque han transcurrido los 25 minutos.
Creo que quizá, como decía uno de los bloggers a los que cito, este método sea bueno para instaurar una rutina, pero no estoy tan convencida de que sea efectivo en el día a día. Seguiré experimentando al respecto 🙂
Un saludo y, sí, nos leemos 😉
Hola Ana, te cuento mi experiencia. Nunca he aplicado el método pomodoro para escribir, pero sí para estudiar asignaturas de la carrera de informática. Para eso a mí me funcionó bastante bien y lo usé con frecuencia, pero es que mi capacidad de concentración no es igual resolviendo problemas técnicos que escribiendo. Con la escritura pasa algo curioso, y es que se avanza a trompicones. Yo puedo escribir quinientas palabras en cinco o seis minutos, y luego tardar una hora en añadir otras cien. Algunos llaman a esto inspiración y no son amigos de ponerse horarios, y otros consideran que escribir es un trabajo y hay que ser metódico. Yo creo que ambos tienen parte de razón, aunque poco a poco intento ir pasando del primer grupo al segundo. Ya no recuerdo quién dijo eso de que mejor que la inspiración te pille trabajando, pero es verdad.
El problema para mí es reducir al máximo los tiempos en los que estoy delante del ordenador mirando al aire, y que suelo perder consultando mis cuentas de correo, Twitter y demás. Por eso, lo que a mí me funciona es largarme de casa a un bar o a una cafetería sin conexión a Internet. Sentado allí solo con tu ordenador pasan dos cosas: O eres productivo, o desistes y te vas a casa y eres productivo de otra forma (poniendo lavadoras, por ejemplo). Quizá el pomodoro, al sistematizar las pausas, sea útil para aislarte del mismo modo. El problema que le veo es que también te puede hacer perder tu ritmo natural de escritura, que por más normas que nos pongamos, al final es mucho menos sistemático y más “salvaje” de lo que nos gustaría.
Hola Víctor.
Lo cierto es que, como indiqué en la entrada, mi experiencia con este método es mínima, de modo que tampoco puedo dar una opinión muy fiable al respecto. Lo que sí es cierto es que, cuando lo probé, si sonaba el reloj y yo estaba desarrollando una idea, no dejaba de trabajar, por mucho que así lo indique el método: continuaba tecleando hasta que estaba satisfecha con el resultado (aunque también he de decir que el par de ocasiones en las que ocurrió, estaba a punto de finalizar, así que sólo tomé un par de minutos extra en cada pomodoro).
No he vuelto a utilizar esta táctica, pero sí que tengo claro que, si lo hiciera, no haría el más mínimo caso al reloj si me volviera a pillar en mitad del desarrollo de una idea. Así que no creo que lo use mucho más.
Yo creo que, tal y como apuntas, el peor enemigo del escritor son las redes sociales, el correo electrónico y los mensajes por móvil. Eso sí que distrae e interrumpe el trabajo. Ahí es donde hay que dar la batalla.
Me alegra verte por ahí. Muchas gracias por tu comentario. Ha sido muy interesante 🙂
Saludos y hasta pronto.
Buenas, aquí una recién llegada desde el blog de Rebeka.
Me ha parecido un artículo muy interesante, no solo porque nos cuentas en qué consiste el método sino porque compartes tu experiencia, que eso siempre ayuda. Como dicen por aquí arriba a mí también me molestaría bastante dejar de realizar una tarea solo por que toque el cronómetro cuando estoy en mi máxima de concentración, pero si creo que es una buena herramienta para aplicar en según qué caso. Para romper un mal hábito sería lo más apropiado. Aunque yo no la usaría para escribir en la fase de creación sí que los necesitaría en la de corrección, me abruma tanto que acabo por dejarlo antes de tiempo y eso no puedo permitírmelo.
Gracias por compartirlo,
Saludos!!
Hola Carmen 🙂 Bienvenida al blog.
Lo cierto es que experiencia, experiencia con este método tengo poca (básicamente la que cuento en la entrada). Una adaptación propia que hago es fijarme unos objetivos cada día: escribir tal escena, tal entrada, corregir esto o aquello, etc., y unos tiempos para cada tarea. A veces soy más eficaz y las acabo todas; otras, no. O quizá es que algunos días me exijo más de lo que puedo dar (prefiero pensar eso ;-)), así al menos consigo ser constante. Pero, como bien dices, lo de que el relojito te suene cuando toca y te interrumpa algo en lo que estás muy concentrada, es fastidioso, sí.
En referencia a tu apreciación sobre la corrección…, ¡sí!, estoy de acuerdo contigo. O eso, o atarte a la silla… 😉
Muchas gracias por tu visita, por tu comentario y espero que el blog te sea de ayuda.
Un saludo.