Cómo ralentizar el ritmo de la narración
A diferencia de lo que contábamos en la entrada anterior relativa a las escenas, en ocasiones lo que necesitamos en una parte determinada de nuestra historia es justo lo contrario: ralentizar el ritmo de la narración.
Algo que puede parecer extraño, pues, según afirma Jack M. Bickham en su Scene and Structure, 9 de cada 10 escritores nóveles cometen el error de escribir susescenascon un ritmo excesivamente lento.
Ya sea porque el escritor novicio se centra demasiado en la vida interior del protagonista y llena páginas y páginas de reflexión; ya porque se sumergen en un lenguaje poético y retórico que retiene los momentos de acción; ya porque terminan la novela y se dan cuenta de que es demasiado corta, de modo que en lugar de incluir escenas con acción lo que hacen es añadir pasajes descriptivos y más reflexiones aún, el caso es que sólo 1 de cada 10 escritores principiantes se pasa de frenada y va demasiado rápido. Los otros 9 caminan como tanteando, sin llegar a alcanzar un buen ritmo narrativo.
De modo el hecho de querer ralentizar aún más el ritmo de la narración es contraproducente en estos casos, lo cual no quita que en ocasiones sea necesario.
Cómo ralentizar el ritmo
Ya sea para crear suspense, tensión o por cualquier otra razón, cuando las necesidades de nuestra novela nos exijan frenar el ritmo y darle a la narración un paso más lento, hemos de ser cautos a la hora de elegir la estrategia más conveniente para ello.
Hoy os voy a proponer tres modos de conseguirlo.
Aumenta el número de reflexiones de tu protagonista
Si ves que el ritmo de la acción es demasiado rápido, una manera de ralentizarlo es introducir un mayor número de reflexiones o interiorizaciones en el personaje que lleva el punto de vista. No se trata de recargar la escena con pensamientos que no vienen a cuento o que se alargan artificialmente, sino de introducir breves, pero más numerosas, reflexiones. Detener la historia para mostrar cómo interioriza tu personaje los hechos que están ocurriendo es un buen método para desacelerar el ritmo.
Dale algunos respiros
Otro método para evitar un ritmo excesivamente rápido es procurar pequeños respiros a tu protagonista entre conflicto y conflicto. La mejor forma de hacerlo es cambiar esos desastres finales con los que ha de terminar una escena, de forma que tu pobre héroe pueda tomarse un descanso durante la secuela antes de verse obligado a ponerse en marcha de nuevo debido a alguna circunstancia que le obligue a actuar.
O bien, acaba la escena con un desastre que no fuerce al personaje a actuar de inmediato.
Cualquiera de estas opciones es útil para ralentizar el ritmo de la narración.
Alarga alguna secuela
Estudia las secuelas que has escrito hasta ese momento y considera la posibilidad de alargar alguna de ellas. Elige, por supuesto, aquéllas en las que hayas sido muy breve y extenderlas no aparezca ante los ojos del lector como un parche que le has puesto a la historia. Especialmente adecuadas para utilizar esta estrategia son aquellas secuencias en las que te saltaste la parte de reflexión del personaje. Estudia si es viable añadir nuevo texto en el que el protagonista analice la situación a la que acaba de enfrentarse y reflexione sobre ella.
Si tu problema es justo el contrario: necesitas que tu lector perciba mayor rapidez en la histora, quizá te interese echar un vistazo a Cómo acelerar el ritmo de la narración.
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Fotografía: Freestocks, Unsplash.
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Hola Ana.
Estoy completamente de acuerdo en lo que dices en esta entrada.
Es cierto que cuando empezamos a escribir, uno de los errores que cometemos, es que queremos contarlo todo, que no quede nada en el tintero y nos perdemos en descripciones y reflexiones que la mayor parte de las veces son innecesarias.
Por otra parte, cuando tenemos cogido el hilo de la historia la misma se acelera hasta coger un ritmo de carácter vertiginoso. Igualmente malo para el tempo, o ritmo de nuestra historia.
Por eso, estas ayudas al respecto del personaje principal, o un giro de la historia en un momento determinado, o una pausa para contar lo que sucede al respecto de un determinado tema en la cabeza de un secundario, o en otro lugar pueden ayudar a tomar un respiro al lector, y a nosotros mismos, y volver de nuevo con más fuerza. El problema de esto, es no tener claro para que lo hacemos, y perdernos en otro hilo diferente a la trama principal, que también puede suceder.
Siempre he escuchado, que los “motivos” son importantes. Por qué pasan las cosas.
Muchas gracias Ana por la entrada.
Un saludo.
Hola José Carlos.
En efecto, creo que uno de los mayores problemas del escritor, y que le hace perder el rumbo por completo en su novela, es no saber por qué hace las cosas. Por qué ocurre algo determinado en una escena o por qué su protagonista o cualquier otro personaje dice esto o aquello. Cada palabra en una novela cumple una función determinada. Por eso, durante el proceso de revisión, hay que ir eliminando todo aquello que no tenga un buen motivo para estar allí.
Muchas gracias a ti por tu visita y tu comentario 🙂 Feliz fin de semana.
Muy interesante, aunque me resulta un poco rara la estadística, porque según lo que llevo leído en Internet, pasa exactamente lo contrario: encuentro mucho relato acelerado formado por oraciones larguísimas donde abundan las comas, sin ninguna clase de descripción o interiorización del personaje. Suele darme la impresión de que el/la escritor/a escribió de un tirón todo lo que tenía en la cabeza. Yo comento a menudo sobre esto, porque me parece que el ritmo del relato o la novela es un medio muy útil para transmitir las sensaciones deseadas al lector.
Voy a tener en cuenta estos consejos para escribir relatos más largos, que es algo que me cuesta 🙂
Saludos!
Hola Denise.
Yo creo que los escritores principiantes abusan de las frases largas y rebuscadas, además de introducir información que no es pertinente y que puede dar más adelante en pequeñas dosis. Manejar bien el ritmo de una novela o de un relato es importantísimo. Tan importante como la manera de escribir, el tratamiento de los personajes, etc.
Me alegro de que estos consejos te hayan servido de ayuda 🙂
Un saludo y feliz día.
La estadística me ha resultado de lo más curiosa porque yo siempre he sido de ese pequeño porcentaje que se queda corto. He tardado muchos años en conseguir “alargar” las cosas porque me empeñaba en cargar de texto las escenas que ya había escrito, describiendo mucho los gestos de los personajes y el ambiente (y añadiendo reflexiones, como bien apuntas), en vez de añadir otras escenas nuevas que dieran al lector una visión más completa (y calmada) de lo que estaba ocurriendo.
¡Una gran entrada!
Hola Elena.
Me alegro de que te haya gustado la entrada. Es difícil acertar con el ritmo de una novela. Hay escritores que nacen con ese talento ya dado; otros, lo tienen que ir adquiriendo mediante la lectura y la escritura, equivocándose muchas veces y reescribiendo. Yo también he sido de las “escritoras rápidas” 🙂 De hecho, creo que sigo pecando un poco en ese sentido. Quizá porque me cuesta describir. De hecho, no suelo tener problemas con los diálogos; la narración me cuesta un poco más, pero la sobrellevo. Sin embargo describir…, uffff, sufro mucho con ello 🙂
Muchas gracias por tu visita y tu comentario, y feliz año nuevo.
Hola, Ana:
¿Seguro que está bien la estadística? ¡A mí me pasa lo que a ese 10%! Claro que en ocasiones alargo algunas escenas o me explayo demasiado y luego me toca recortar sin piedad, pero es más habitual que necesite introducir algunos detalles de vida interior o descripción para ralentizar la escena y que emule de alguna manera el desarrollo temporal de la acción.
Me imagino a los escritores noveles como yo como pilotos novatos intentando aterrizar un avión: algunos se lo toman con tanta pachorra que tienen que dar varias vueltas antes de bajar y tienen a los lectores revolviéndose en el asiento, y otros somos de los que lo hacemos bajar a trompicones y a los pobres lectores se les suben los macarrones a la garganta y van rezando de que no nos olvidemos de sacar las ruedas a tiempo.
Creo que deberíamos aplaudir más a menudo cuando un libro consigue aterrizar suavemente, igual que cuando toma tierra un avión de Ryanair y se forma un festival de trompetas.
Un abrazo y gracias por el artículo 🙂
Hola Marta.
Coger el ritmo al ritmo creo que es una de las tareas más difíciles en el proceso de escritura. O nos pasamos de rápidos o nos pasamos de lentos y, además, creo también que es una de las cosas más desapercibidas nos pasan a la hora de corregir. Un buen truquito es el de leer en voz alta lo que has escrito (cuando estés revisando) y estar atenta a cuándo desconectas de la lectura. En los momentos que ocurra, pregúntate por qué has desconectado. Muchas veces se debe a que has ralentizado el ritmo demasiado contando cosas que no vienen al caso. Otras veces ocurrirá lo contrario: tendrás la sensación de que has pasado por una escena demasiado deprisa.
Hay que ir buscando el ritmo adecuado a cada momento de la novela, pero es difícil, sí, lo reconozco.
Muchas gracias por tu visita y tu interesante comentario y otro abrazo para ti 🙂