Hoy es mi cumpleaños y aunque tenía previsto trabajar, como cada día, a estas horas de la mañana he decidido parar. Al fin y al cabo, sólo se vive este día una vez al año y bien merece que le demos un trato especial.
Creo que desde que dejé la infancia dejé también de vivir al ritmo pausado, feliz y sin complicaciones propio de esa época, lo cual significa que llevo más de treinta años existiendo en este mundo a un ritmo frenético.
¿Pero te has parado alguna vez a pensar adónde vamos con tantas prisas?
En mi cuadragésimo noveno cumpleaños (y no, no te lo digo así para ponerte las cosas más difíciles, es que es así como hay que decirlo, algo que los becarios de los medios de comunicación no parecen saber), permíteme que te dé un consejo:
Para, piensa, sueña y vive, sobre todo si eres escritor
El mundo no se para…
…no se detiene ni se ralentiza para ir a tu ritmo. Era algo que siempre les decía a aquellos alumnos a los que les pedía que corrigieran un ejercicio, por ejemplo, y todavía no habían sacado el material. Allí nos tenían, a toda la clase, esperando por ellos.
Es verdad, el mundo no se para porque tú quieras ir más lento, pero eso no es óbice para que decidas caminar a tu paso.
Es algo que suele ser imposible en los trabajos, lo sé porque lo he vivido, pero siempre hay un resquicio, una parte, aunque sea diminuta, que está bajo tu control y que puedes recorrer a la velocidad adecuada para tu ánimo, tus capacidades, tus fuerzas físicas y tus sentimientos.
Y, sin embargo, incluso esos pedazos de vida que podemos controlar los vivimos tan deprisa que la mayor parte de ellos pasan sin que nos demos cuenta.
Llevamos la prisa metida en la sangre, a la que vamos vertiendo adrenalina como si fuera gratis, como si el torrente de sustancias excitantes que nos metemos en el cuerpo para aguantar el ritmo no fuera a pasarnos una factura que algún día tendremos que pagar. Todo abuso tiene un precio y, antes o después, habremos que pasar por caja.
El mío ha sido asumible
Gracias a Dios, pero aún estoy haciendo frente a los plazos y creo que me queda una larga temporada por delante de hipoteca física y emocional, por eso quizá esta mañana me dije: «No, hoy no vas a trabajar. Hoy es tu cumpleaños y el día ha amanecido para ti, para que hagas con él lo que quieras».
Y he decidido que lo que quiero es, además de escribir este artículo de carácter personal, disfrutar de mi familia y de mis amigos, quiero leer como si el tiempo no corriera y tuviera por delante toda una eternidad, quiero salir a pasear y sentir el sol y el aire en la cara, quiero vivir el día sin hacer nada más que eso: vivir.
¿Pero y el resto de los días?
Esta pasada Navidad, una de mis hermanas me decía, hablando de mis nuevos proyectos literarios: «¡Qué bien que sigues inspirada y tienes en mente muchas nuevas historias!». Me paré a pensar al respecto… ¿Qué pasaría si un día se me agotaran las ideas? Ufff, si eso ocurriera… Te aseguro que sentí un escalofrío.
Pero no va a suceder. No, si proporciono a mi cuerpo y a mi mente el descanso y el alimento necesarios.
Y por eso el nuevo año ha empezado lento para mí, con días compartimentados en los que reservo hueco para alimentarme, sobre todo mi mente, cansada y estresada por unos años horribles.
- Leo más. Siempre lo he hecho, pero ahora he vuelto a leer mucho, mucho, mucho más, como cuando las prisas no se comían mi vida.
- Leo mejor, porque soy más exigente en mis lecturas.
- Y leo con tranquilidad, casi silabeando, como si dispusiera de todo el tiempo del mundo para ello.
Si un escritor no reserva espacio en su vida para leer más, mejor y saboreando la lectura, ¿qué pretende escribir?
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Que no te roben tu humanidad
Ése debe ser el propósito con el que te levantes de la cama cada día.
El ser humano es un invento increíble, pero tiene que creérselo y, para ello, primero ha de ser consciente de su extraordinaria singularidad, de la máquina maravillosa sobre la que vive y del asombroso ingenio que alberga en el cráneo, capaz de crear mundos sin fin y ofrecérselos al lector para que los disfrute cada día, después de volver del mundo de los rápidos, los “era para ayer”, “tiene que estar ya”, “lo quiero en la mesa de mi despacho dentro de cinco minutos”.
El problema es que nos sumergen tanto en un mundo que parece girar a la velocidad de una peonza, que primero perdemos la perspectiva y al final acabamos por extraviar nuestra propia humanidad.
Tú eres más que un trabajo.
Más, mucho más, que el empleado de un jefe déspota.
Alienar…, aprendí esta palabra cuando estudiaba la filosofía de 3º BUP. Entonces no comprendí su significado por completo. La vida ha venido a explicármelo con claridad después. Pues no dejes que te conviertan en un ser alienado y dependiente de un mundo que no es el tuyo.
¡Para!
Si aún tienes que vivir de un trabajo que no es la escritura, adelante, realízalo, pero ¡para! Probablemente te pagan por la mitad de lo que te exigen que hagas.
No permitas que sus urgencias agosten tu mente hasta vaciarla de ideas e incapacitarla para crear nuevas historias.
Cada día, resérvate un tiempo para pensar, soñar y vivir…, ¡sobre todo si eres escritor!, mantén siempre presente por qué haces lo que haces, y deja que el mundo siga girando al ritmo que le dé la gana. Allá él y sus coronarias.
Yo, ahora, me voy a disfrutar de mi cumpleaños 🙂
Brillante artículo, Ana. Lo bordaste. Gracias por él.
Te mando un caluroso abrazobeso desde este lado del Atlántico.
Hola Ernesto.
¡Gracias por tus palabras! Son un empujoncito para seguir al pie del cañón, además de un halago, por supuesto 🙂
Un abrazo.