¿Por qué escribes? ¿Te has parado alguna vez a pensarlo? Hoy voy a empezar el artículo haciéndote esa pregunta y soltando una bomba: la razón por la que escribes es más importante que el cómo lo haces. O, en otras palabras: debes priorizar la razón que te impulsa a escribir por encima de la calidad de tus textos.
Hala, ya lo he dicho y seguro que más de uno se siente escandalizado, pero es el tema del que toca hablar hoy:
Y tú… ¿por qué escribes?
¿Qué tal llevas los propósitos de Año Nuevo?
Sólo ha pasado un mes y pocos días desde que nos tomamos las uvas y apuesto a que la mayoría de tus objetivos se han hundido como el plomo en el agua.
No seré yo quien te critique y tampoco deberías hacerlo tú. Es algo bastante normal: la mayor parte de lo que nos proponemos a principios de año acaba en fracaso total: para el 15 de enero la mayoría de nosotros hemos abandonado el gimnasio al que nos apuntamos el día 2, hemos arrinconado los fascículos de ese curso de inglés tan chulo con el que, esta vez sí, íbamos por fin a aprender la lengua de Shakespeare, y la dieta sana que estábamos decididos a seguir se ha ido al traste porque el trabajo sigue siendo igual de exigente y sólo nos ha dado tiempo a comprar un paquete de pasta precocinada que vamos a preparar en diez minutos.
¡Puf!, sin darnos cuenta, nuestros buenos propósitos han regresado al aparcamiento destinado a los proyectos de Año Nuevo, donde permanecerán, descansaditos y bien alimentados por miles de excusas, hasta el próximo uno de enero.
¿Te suena?
¿Pero por qué tropezamos una y otra vez con la misma piedra? ¿Tan tontos somos?
No, es sólo que nos falta un elemento decisivo:
El factor por qué
El origen de la mayoría de los fracasos que cosechamos a la hora de conseguir los objetivos (sean cuales sean) que nos habíamos propuesto es, simple y llanamente, porque no tenemos una razón realmente importante para llevarlos a cabo.
Repito: una razón realmente importante, de ésas que nos levantan del sillón, por muy cansados que estemos, o nos empujan a aprovechar los minutos con los que contamos, aunque sean sólo cinco; de ésas que nos emocionan, perturban nuestro sueño y nos conmueven el alma.
De modo que el primer paso para alcanzar un objetivo es saber por qué se tiene y, luego, determinar si es suficientemente poderoso como para movernos.
Ahora te repito la pregunta del principio: y tú…, ¿por qué escribes?
Cuando tu porqué es poderoso, tu voluntad se vuelve indómita.
Las razones varían con el tiempo y las experiencias
No pensamos, ni sentimos, ni experimentamos el mundo en el que vivimos igual cuando tenemos veinte años que cuando tenemos cuarenta. Nuestra personalidad evoluciona, nuestros deseos cambian, nuestra forma de razonar se modifica. No es que seamos seres volubles, es que la vida nos va moldeando y ello hace que nuestras razones cambien.
Si alguien me hubiera preguntado hace veinte años por qué me gustaba escribir, habría contestado que porque me divertía.
Diez años después, la respuesta se habría tornado en para escapar.
Diez años más y la contestación es distinta: hoy quiero escribir para ganarme la vida con ello y para relajar al lector y proporcionarle un rato agradable.
Por cierto, esta es mi página de autor en Amazon, por si te ape echarle un ojo a mis libros y ya, de paso, comprar alguno y alegrarme el día 😉
¿Y tú por qué escribes?
Uno tiene que buscar sus razones. Yo me he pasado media vida pensando cuál era mi papel en el mundo y, aunque he venido barruntándolo desde hace ya cuatro o cinco años, hasta ahora no he sido plenamente consciente de él.
Una breve historia
Cuando estaba en la universidad, un día quedé con una compañera de la facultad para ver la película Estallido, en la que un científico, interpretado por Dustin Hoffman, se enfrenta a una epidemia provocada por un virus letal.
Sí, el final es feliz, como en todo buen thriller médico que se precie, y el amigo Dustin encuentra la cura y, ya de paso, salva a su chica.
El caso es que, al salir del cine, Alicia, mi compañera, me preguntó: «¿Y nosotras para qué servimos?». Éramos estudiantes de Filología inglesa y, claro, ante una ilustración tan manifiesta como la que acabábamos de ver en la figura de un científico que, gracias a sus conocimientos y a su tesón, salva a la humanidad de una catástrofe médica, nuestros estudios de gramática, sintaxis y morfología parecían absolutamente prescindibles.
Y otra historia más
Le he dado muchas vueltas a esa pregunta desde entonces y las revueltas por las que me ha llevado la búsqueda de una respuesta me han planteado otro interrogante crítico: cuál era el sentido de mi existencia.
Hace relativamente poco que lo he encontrado (creo), pero déjame que te cuente otra historia: también, cuando era estudiante, me sacaba unas pelillas pasando textos a ordenador. Había una traductora que solía pasarme bastantes trabajillos. Se llamaba Diana y era una tía muy maja. Un día, hablando con ella de libros, planteó una pregunta que también ha sido recurrente en mi memoria durante todos estos años: «¿Qué tienen esos autores que consiguen engancharnos de tal manera que no hay nada que nos haga abandonar su libro?».
Creo que ahora podría dar una respuesta técnica a esa pregunta, pero no es lo que nos interesa de la historia. Lo que importa es que hay escritores que me han salvado la vida muchas veces (no desde un punto de vista físico, como el de Hoffman, sino emocional) al sustraerme de las amarguras del mundo e introducirme en sus historias.
Razones poderosas
He tenido que pasar por un infierno de trabajo y un despido para decidirme a intentar ganarme la vida con lo que escribo. Pero, además, durante ese periodo infernal por el que he ido transitando a trompicones, la lectura fue uno de los pocos salvavidas a los que pude agarrarme.
Al final, como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga y gracias a esas experiencias he encontrado mis razones. Mis razones poderosas:
- Por una parte la meramente pragmática, pero inevitable: si no gano dinero, ¿quién pagará las facturas por mí?
- Por otra, la excelsa: si mi alma no se siente entusiasmada, el trabajo acabará volviéndose monótono, y no hay herramienta más eficaz para acabar con la motivación que el aburrimiento.
Saber que, cuando llegan a casa y se sientan en el sofá tras un durísimo día de trabajo, Carter & West, mi señora Starling o Crispin Horsfall son capaces de llevar a mis lectores un poquito de dulzura y diversión hace que, por primera vez en mi vida, sienta que verdaderamente he venido a este mundo con un encargo que realizar.
¿Y tú qué me cuentas? ¿Por qué escribes? ¿Cuál es tu razón poderosa?
Ahí abajo tienes los comentarios y me encantaría conocerla 🙂
Hola, Ana, hace un tiempo que te sigo y me encanta. Quería hoy contar por qué escribo, pero no me ha hecho falta pensarlo. Escribo para mi hija. Tiene diez años, aún es pequeña para entender cosas algunas cosas “de mayores”. Un día querrá escuchar y tal vez, ya no pueda, aunque espero que eso suceda dentro muchísimo tiempo. Quiero que pueda leer las historias que me hubiera gustado leer a mí, historias de mujeres fuertes y débiles, que se equivocan y se levantan porque luchan por lo que quieren, que no importa lo que les pase, porque siempre actúan con el corazón. Mi primera novela es un thriller, con una pezado de mujer de protagonista y seguro que no será la última. Muchas gracias.
Hola María
La tuya es una razón potente, desde luego. Muchas veces pensé en entrevistar a mi madre y grabar las entrevistas en cintas no sólo por la información sobre otra época que pudiera recoger, sino por tener grabada para siempre su voz, sus recuerdos y sus vivencias. No lo hice y ahora me arrepiento profundamente, así que tu idea (tu razón para escribir) me parece muy potente. Ánimo y déjale ese magnífico regalo a tu hija 🙂
Un abrazo.
Pues creo que estoy en ese punto de la vida en el que o me lanzo, a sabiendas de que puedo estar manteniéndome de pan y agua unos meses, o me lo tomo como hasta ahora y sigo sin poder ganarme la vida con ello. Es complicado, pero creo que he tocado fondo y no queda otra que emerger a la superficie.
Gracias por tu confesión. No sentirse sola consuela. ??
Hola Leonor.
Gracias a ti también por la tuya. Estás ante una decisión difícil, tómala con calma y piénsala fríamente. Te mando mis mejores deseos desde aquí. Ojalá sea lo que sea lo que decidas te haga feliz, porque al fin y al cabo estamos aquí para eso: para ser felices y disfrutar de una vida plena a pesar de las dificultades con que nos sorprende de vez en cuando.
Mucho ánimo y suerte.
Un abrazo.
Hola Ana.
Espero te encuentres muy bien. Llegué a tu blog por casualidad, andaba buscando cosas…
Estoy escribiendo algo, nos es biografía pero es muy mía. Tengo pensado hacer la impresión de unos cuantos ejemplares para regalarlos. No creo vaya a tener hijos en vida y quisiera dejarles un pequeño obsequio a mis seres queridos antes de irme de este plano terrenal (creo que aun me queda). Me gusta escribir, pero esta vez lo hago por dejar una pequeña huella en ellos; también lo hago para olvidar y escapar, a veces la condición de inmigrante no es una decisión voluntaria.
Cuando lo termine te puedo enviar uno, y así te agradezco el rato tan grato que me hiciste pasar leyendo tu blog. Por cierto, te llamas como mi madre.
Un gran abrazo.
Miguel González Díaz.
Hola Miguel, bienvenido al blog.
Tu razón para escribir es no sólo interesante, sino también emotiva. Estoy segura de que eso te ayudará a llevar a buen término tus escritos. No hay nada que impulse con tanta fuerza como las emociones. Mucho ánimo y a por ello.
Un abrazo.
Hola, Ana:
He encontrado tu post navegando por Twitter, y la verdad es que me ha gustado mucho. En mi caso, empecé a escribir hace diez años como terapia, una forma de vestir con palabras todo lo que llevaba dentro y me oprimía. Diez años más tarde, esa razón se ha convertido en una doble necesidad. Por un lado, y como bien has dicho, no podemos vivir del aire que respiramos, pues las facturas no se pagan solas. Y por otro, después de haber estado estudiando durante cinco años una carrera que despreciaba y en cuya profesión nunca llegué a creer, me percaté de que la escritura era aquello que realmente me hacía sentir bien y a lo que quería dedicarme; construir historias que me permitieran escapar de una realidad que no me hacía feliz, y tal vez ayudar con ellas a otras personas que tuvieran esa misma sensación, como yo fui ayudado leyendo historias maravillosas que narraban vidas que jamás podré vivir.
Ojalá algún día logre dedicarme a ello profesionalmente.
Un abrazo.
Ojalá sea así, Pablo, te lo deseo de todo corazón. Sé muy bien lo que es un trabajo alienante y la felicidad que da entregarse a lo que uno de verdad quiere hacer. Te animo a que persigas tu sueño: paso a paso es como se consiguen las cosas.
Muchas gracias por tu visita, tu comentario tan personal y muchos éxitos en tu carrera de escritor 🙂
Un abrazo.
¡Hola, Ana! Recién descubrí tu blog y me he animado a dejarte un comentario. Me alegra encontrar a gente como tú que crea arte con las palabras bajo las razones correctas. Pienso que el escribir debe ir acompañado de una vocación artística inherente al oficio, a pesar de que las razones cambien con el pasar del tiempo. En mi caso he descubierto que se trata de una catarsis, de una necesidad de crear y darle forma a una idea. Dejando de lado el lado técnico del oficio -que debe haberlo- pienso que como escritores podemos hacer del mundo un lugar menos caótico a través de la ficción.
Un abrazo desde este lado del charco.
Hola 🙂
Para mí escribir también tiene algo de catarsis, pero sobre todo me permite introducirme en un mundo en el que soy feliz. Luego, además, está esa necesidad de “devolver” lo que tantos escritores y tantas novelas me han dado: paz, felicidad, armonía, saber… Si logro entregar a mis lectores aunque sea una pequeña parte de lo mucho que yo he recibido de otros escritores, el esfuerzo que conlleva escribir una novela merecerá la pena.
Muchas gracias por tu visita y tu comentario, y un abrazo 🙂
Cuando era pequeña escribía porque me encantaban los libros. Leer y escribir para mí era parte de lo mismo. Hace unos meses volví a hacerlo como una cura para mi alma. En la actualidad se ha convertido en una de las terapias más importantes para el cáncer que he tenido
Hola Marta.
Nadie puede negar el valor terapéutico de la escritura y en casos como el tuyo se demuestra de forma fehaciente. Muchas gracias por dejar tu testimonio y muchísimos ánimos para afrontar y vencer la enfermedad.
Un abrazo enorme.